Día 22: “José Buzzetti, inmigrado de diez años”


Un domingo Carlos Buzzetti (uno de los primerísimos muchachos de Don Bosco con Bartolomé Garelli) llega al Oratorio acompañado de su hermanito más pequeño. Se llama José y acaba de llegar de Caronno Varesino, su pueblo. Es un muchachito pálido, muy asustado.

-Don Bosco, este es mi hermano José. Sólo tiene diez años.
-Soy amigo de tu hermano, y lo seré también tuyo -le dice sonriendo Don Bosco- ¿Dónde trabajarás?
-Con Carlos. Pero tengo miedo del patrono.

José se encariña con Don Bosco como un cachorrillo. No se cansará nunca de él. Aquella primera tarde, antes de dejar el Oratorio, le dice:
-Don Bosco, no me deje solo. Vaya a verme.

Don Bosco va a aquella obra al día siguiente. El jefe de obras le pregunta qué quiere.
-Estoy encargado por la familia Buzzetti de asistir a sus hijos los domingos y durante la semana. José, el más pequeño, ha llegado apenas ayer. ¿Dónde están?

Carlos y José han oído la voz de Don Bosco y le llaman:
-¡Estamos aquí!

Don Bosco trepa por los andamios. Verlo, hablarle, es un momento de fiesta.
José se lamenta:
-El cubo de cal es demasiado pesado para mí, y el día es largo.
-Ven conmigo. Vamos a hablar con el patrono.

Don Bosco explica a aquel hombre duro, pero no malo, que él está dispuesto a garantizar la buena conducta y el empeño de aquellos muchachos. Pero el jefe debe medir la fatiga según la edad de los mismos:
-¡Este es todavía un niño! ¿Cómo se le puede cargar con un cubo de cal en sus hombros?

Don Bosco comienza así, con gestos concretos, a salvar a los jóvenes que logra visitar. Alguno le manifiesta la necesidad de aprender a leer y escribir, a hacer las cuatro operaciones. Y él encuentra las horas o las personas adecuadas para darles clase.

En los momentos más difíciles, alguno le confiesa ruborizado que tiene necesidad de dinero, y Don Bosco vuelca su bolsillo en sus manos.

Una de las frases que Don Bosco dice es:
-Te quiero tanto que si un día tuviese sólo un trozo de pan, lo compartiría contigo.

Una de sus preocupaciones para que sean un poco felices es lograr que se encuentren con Dios.

A lo largo de la semana, y especialmente los días de fiesta, su confesionario está rodeado de los muchachos que quieren obtener el perdón del Señor. En su Misa muchos reciben la Comunión.

Cuando hablan en el patio (o cuando se disgregan en los paseos por los alrededores de Turín), Don Bosco pasa con facilidad de los chascarrillos a las noticias curiosas, a hablar de Dios, con naturalidad.

Mira a los muchachos y les dice:
-¡Qué gusto cuando estemos todos en el Paraíso! ¡Qué fiesta haremos!




El confesionario de Don Bosco estaba abarrotado de muchachos que querían el perdón de Dios.
La confesión (o penitencia) es el sacramento instituido por el amor de Jesús para darnos el perdón de Dios cuando le hemos ofendido.

¿Me confieso con frecuencia? ¿Al menos cada mes?

¿O considero la confesión cosa de niños? Obtener el perdón de Dios, ¿te parece cosa de niños? ¿El confesor te da su perdon, o el perdón de Dios?

¿Hay otros medios para obtener el perdón de Dios además de la confesión?




Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación
>y la salvación del prójimo.

Ayúdanos a vencer las pasiones
y cuidar el respeto humano.

Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.

Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo. Amén.