Día 12: “Una pilastra en medio de los pequeños”




Mi pensión – escribe Don Bosco- estaba en la casa de Lucía Matta, viuda con un solo hijo, que iba a aquella ciudad para asistirlo y vigilarlo.

Margarita, que llegó a Chieri poco después que Juan, fue con el a la casa de la señora Lucía. Un amigo le había llevado con el carrito, dos sacos de trigo.

-Aquí está mi hijo -dijo- y aquí está la pensión. Yo he hecho mi parte, mi hijo hará la suya y espero que no quede descontenta con él.

La primera persona que conocí fue don Plácido Valimberti, de santa memoria. Él me dio muchos y buenos consejos para mantenerme alejado de los peligros; me invitaba a ayudarle a Misa, lo que le daba ocasión para hacerme algunas sugerencias.

Mi edad (dieciséis años cumplidos) y mi corpulencia me hacían parecer una pilastra en medio de mis pequeños compañeros. Deseoso de alejarme de aquella posición, después de dos meses en la clase sexta fui admitido al examen y aprobado para la clase quinta (el orden era decreciente: de la quinta se pasaba a la cuarta, a la tercera, etc…).

Entré con gusto en la nueva clase, porque el profesor era el querido don Valimberti. Pasados otros dos meses, habiendo quedado varias veces el primero de la clase, fui admitido por vía excepcional a otro examen y promovido a la cuarta.

En esta clase era profesor Vicenten Cima, hombre severo para la disciplina. Al ver aparecer en clase en medio del curso a un alumno alto y grueso como él, dijo en plena clase burlándose:

-Éste, o es un tipo o es un gran talento.

Aturdido ante tal presentación, respondí:
-Algo de las dos cosas. Un pobre muchacho que tiene buena voluntad para cumplir su deber y progresar en los estudios.

Estas palabras fueron de su agrado, y respondió con insólita afabilidad:
-Si tienes buena voluntad, has caído en buenas manos; no te dejaré sin trabajo. Anímate y, si encuentras alguna dificultad, dímelo en seguida, que yo la allanaré.

Se lo agradecí de corazón

Dos meses hacía que estaba en aquella clase -sigue contando Don Bosco- cuando ocurrió un pequeño incidente que dio algo que hablar sobre mí.
El profesor de latín explicaba la vida de Agesilao, escrita por Cornelio Nepote. Aquel día no tenía yo mi libro y, para disimular mi olvido, sostenía abierto ante mí el Donato. Los compañeros se dieron cuenta de ello. Empezó uno a reír, siguió otro, hasta que cundió el desorden en la clase.

-¿Qué sucede? -dijo el profesor Cima.

Y viendo que muchos me miraban a mí, me mandó repetir su explicación, leyendo el texto latino de Cornelio Nepote. Me puse de pie teniendo la gramática en la mano, y logré repetir de memoria el texto latino y las explicaciones. Los compañeros, instintivamente, aplaudieron entre gritos de admiración.

Imposible explicar el furor del profesor, ya que era aquella la primera vez en que, según él, le fallaba la disciplina. Me largó un pescozón que esquivé agachando la cabeza; después, con la mano sobre mi Donato, hizo explicar a los compañeros la razón de aquel desorden.

Ellos dijeron:
-Bosco, con el Donato en las manos, ha leído y explicado como si tuviera el libro de Cornelio.

Reparó el profesor en el Donato, me hizo continuar dos períodos más, y después me dijo:
-Te perdono el olvido por tu feliz memoria. Eres afortunado: procura servirte bien de ella.

REFLEXION


Procura servirte bien de ella

Hay muchos hombres en el mundo que han recibido de Dios una gran inteligencia. ¿Cómo se sirven de ella? Algunos para hacer el bien. Otros para satisfacer su ambición. Otros para engañar al prójimo. Otros para amontonar riquezas y placeres.

¿Se sirvió  Don Bosco de su inteligencia? Trata de responder.
Tú, ¿cómo te servirás de tu inteligencia? Trata de pensarlo.


ORACION




Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación
y la salvación del prójimo.

Ayúdanos a vencer las pasiones
y cuidar el respeto humano.

Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.

Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.