Día 10: “Dividir la casa y sufrir la tomadura de pelo para seguir estudiando”


Juan quería continuar sus estudios, a toda costa. Para prevenir nuevas oposiciones de Antonio, Margarita decidió dividir los bienes dejados por el papá Francisco entre él y sus hermanos. Había también un buen motivo, que cubría el asunto poco simpático a los ojos de los extraños. Antonio estaba para casarse: el 12 de marzo de 1831 habría llevado al altar a Ana Rosso, de Castelnuovo.

Se dividieron los campos, la casa de Los Becchi: Antonio quedó como propietario de la mitad que mira a levante (con la escalerilla de madera que sube al primer piso); en la otra mitad siguieron viviendo Margarita, José y Juan.

En diciembre, Juan se pone en camino. Va a frecuentar las escuelas públicas de Castelnuovo. Al lado de las elementales, el Ayuntamiento ha abierto un curso de lengua latina articulado en cinco clases. Pero los pocos alumnos de cada clase se reúnen en una salita única, y tienen un único profesor, Don Manuel Virano.

La comida en la escudilla

Los cinco kilómetros que separan Los Becchi de Castelnuovo, al principio, parecen un obstáculo insuperable para los quince años robustos de Juan. Como la escuela se divide en dos tiempos, tres horas y media por la mañana y tres horas y media por la tarde, el muchacho parte por la mañana con un trozo de pan en la mano, vuelve para comer, se vuelve a poner en camino por la tarde y regresa por la noche. Casi veinte kilómetros diarios. Un ritmo loco, que después de pocos días (acaso a la primera nevada) pronto se modifica.

El tío Miguel le encuentra una semipensión en casa de un buen hombre, Juan Roberto, sastre y músico del pueblo. Junto a él, Juan consume la comida, que se lleva cada ocho días en la escudilla.

Pero cinco kilómetros por la mañana y cinco por la tarde no son una broma, especialmente en invierno. Juan camina con voluntad y, cuando el sendero no es un pantano por la lluvia o una pista ehlada por la nieve, como todos los campesinos se quita los zapatos y se los cuelga en bandoleras. Lluvia y viento, sol y polvo, son sus compañeros muchos días.

Pero en ciertas tardes de enero no se siente con fuerzas para recorrer el camino entre la niebla y pide al señor Roberto poder dormir debajo de la escalera, aunque se saltase la cena.

Mamá Margarita comprende que por el camino, en aquel invierno, su hijo podría arruinarse la salud y va a tratar con el sastre. Por una cifra razobale (que pagaría también con cereales y vino), el señor Roberto acepta a Juan en pensión completa. Le dará una menestra caliente a mediodía y a la noche, y el sitio de debajo de la escalera para dormir. En el pan. pensará la madre.

Ella misma le acompaña a Castelnuovo llevando en la bolsa las pocas ropas necesarias a un muchachote de quince años. Recomienda al señor Roberto que le eche una mirada; y a Juan le dice: Sé devoto de la Virgen, que te haga crecer bien

En la clase se encuentra con muchachitos de diez y once años. Su preparación cultural, hasta hoy, ha sido muy modesta. Si añadimos la chaqueta desproporcionada y los zapatos toscos, es fácil comprender que se convierte en la diaria de bromas y burlas por parte de los compañeros. Lo llaman el becch de los vaqueros. Juan, que era el ídolo de los muchachos en Morialdo y en Moncucco, sufre. Pero se entrega de lleno a estudiar todo lo que puede, ayudado y muy querido del maestro.

Don Virano que es un hombre capaz y gentil, viendo su buena voluntad, lo toma aparte y en poco tiempo le hace lograr rápidos progresos.
Cuando Juan escribe una composición verdaderamente buena, don Virano lo lee en clase y concluye:
-Quien hace trabajos así, puede también permitirse llevar zapatos de vaquero. Porque lo que cuenta en la vida no son los zapatos, sino la cabeza.

Don Bosco cuenta: "Durante aquel año tropecé con algún peligro por parte de ciertos compañeros. Querían llevarme a jugar durante las horas de clase y, como yo pusiera excusa de que no tenía dinero, me decían:
-Amigo, ya es hora de que despiertes: hay que aprender a vivir en este mundo. Roba a tu amo y a tu madre.

Recuerdo que respondí así:
-Mi madre me quiere mucho. No quiero comenzar ahora a desobedecerla.


REFLEXION


Casi en todas las clases hay algún muchacho a quien los demás le toman el pelo. Casi en todas las escuelas hay pequeños bellacos que se divierten tomando el pelo y hacen sufrir, y otros pequeños cobardes que no tienen el valor de defender a quien es objeto de burlas.

¿Cómo es tu clase? ¿Hay alguno a quien toman el pelo como a Juan Bosco? ¿Y hay también algún bellaco?.


ORACION




Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación
y la salvación del prójimo.

Ayúdanos a vencer las pasiones
y cuidar el respeto humano.

Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.

Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.