Una de las ideas más frecuentes que mamá Margarita inculca a sus hijos es: “Dios te ve”, Deja que vayan a corretear por los prados cercanos, y mientras parten, les dice: “Acordaos de que Dios os Ve”. Si observa que se hallan dominados por pequeños rencores, o a punto de inventar una mentira para librarse de un apuro: “Recordad que Dios ve también vuestros pensamientos”.
Pero no es un Dios policía el que ella graba en la mente de sus pequeños.
Si la noche es hermosa y el cielo esta estrellado, mientras están tomando el fresco a la puerta, dice: “Es dios quien ha creado el mundo y ha puesto tantas estrellas allí arriba”.
Cuando los prados están llenos de flores, murmura: “Cuantas cosas hermosas ha hecho el Señor para nosotros”.
Después de la siega, después de la vendimia, mientras toman aliento tras la fatiga de la recolección dice: “Demos gracias al Señor. Ha sido bueno con nosotros. Nos ha dado el pan de cada día”.
También después del temporal y la granizada que ha destrozado todo, la mama invita a reflexionar: “El Señor nos lo dio, el Señor nos lo quito. El sabe por que si hemos sido malos, recordemos que con Dios no se juega”.
Al lado de la mamá, de los hermanos, de los vecinos, Juan aprende así a ver a otra persona. Una persona grande. Invisible, pero presente en todas partes. En el cielo, en los campos en la cara de los pobres, en la conciencia que le dice: “Has hecho bien, has hecho mal”. Una persona en la que su madre tiene una confianza ilimitada e indiscutible. Es padre bueno y providente, da el pan de cada día, a veces permite ciertas cosas (la muerte del papa, la granizada en la viña) muy difíciles de comprender: pero “Él” sabe por que, y esto debe bastar.
El Primer catecismo de Juanito
Con el paso de los años, Juan se hace muchacho. Y Margarita le ayuda a crecer también en el sentido de Dios. Es analfabeta, pero el párroco le ha enseñado amplios pasajes de la Historia Sagrada y del Evangelio, y ella los cuenta a sus hijos. Y cree en la necesidad de rezar; es decir; de hablar con Dios, para tener fuerzas para vivir y hacer el bien. De su familia y de su parroquia Margarita ha aprendido un racimo de oraciones, y las enseña por la noche a los niños. “Mientras era pequeñito -escribo Don Bosco- me enseñó ella misma las oraciones. Me hacía ponerme con mis hermanos de rodillas por la mañana y por la noche, y todos juntos rezábamos las oraciones en común”.
El sacerdote estaba lejos, la iglesia mas cercaba era la de Morialdo. Y ella no espero a que un sacerdote encontrase tiempo para venir a enseñar el catecismo a sus muchachos. He aquí las primeras preguntas y respuestas del Compendio de la doctrina cristiana que Margarita había aprendido desde pequeña en su parroquia, y que transmite con la memoria tenaz de los campesinos a Juan, José y Antonio:
Pregunta: ¿Que debe hacer un buen cristiano por la mañana apenas se despierta?
Respuesta: La señal de la Santa Cruz.
Pregunta: Una vez lavado y vestido, ¿que debe hacer un buen cristiano?
Respuesta: Ponerse de rodillas, si puede, delante de alguna imagen devota, y renovando con el corazón el Acto de fe en la presencia de Dios, decir con devoción: Os adoro, Dios mio…
Pregunta: ¿Que debe hacer antes del trabajo?
Respuesta: Ofrecer el trabajo a Dios.
Juan crece así en una familia que es una pequeña comunidad cristiana. Se alimenta de la oración y de la palabra de Dios. Y pronto comenzará el mismo a distribuirla a su alrededor: antes de concluir los juegos en la cuerda, repetirá algún pensamiento dicho por el párroco en el sermón.
Reflexión
Juan se nutria de oración y de palabra de Dios.
La palabra de Dios la encontramos en el Evangelio y las homilías que el sacerdote hace durante la misa.
¿Tengo el Evangelio? ¿Lo abro alguna vez para leer algunas lineas? Seria muy nutritivo para nuestra alma si lo abriésemos todos los días y leyésemos un breve párrafo.
¿Cómo acojo las homilías del sacerdote durante la misa? ¿Se, al final, de que ha hablado?
Oración
Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano.
Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.
Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.
San Juan Bosco, ruega por nosotros.