Margarita enseñó a Juan a ver a Dios no sólo en la naturaleza. Le enseño a verlo también en la cara de los demás (que es una manera más incómoda y, al mismo tiempo, profundamente cristiana). Si había un enfermo grave en las casas vecinas, iban a despertar a Margarita. Sabían que no se negaba a echar una mano. Y ella despertaba a uno de sus hijos, para que la acompañase.
Decía: "Hay que hacer una obra de caridad. Hacer una obra de caridad": con esta sencilla expresión, en aquellos tiempos, se ponían juntos muchos "valores" que todos llamamos generosidad, compromiso por los demás, entrega, altruismo, servicio, familia abierta…
La caridad, en la familia Bosco, no se hacía por filantropía o por sentimiento, sino por amor de Dios. Dios vivía en aquella casa. Allí entraba con la cara del mendigo, del bandido buscado, del viejecito que ya no tiene nada.
Los zuecos del mendigo
"En invierno -recordaba Don Bosco- venía muchas veces a llamar a nuestra puerta un mendigo. A su alrededor había nieve, y pedía dormir en el pajar". Margarita, antes de dejarlo ir allá arriba, le daba un plato de caldo caliente. Luego le miraba los pies.
La mayoría de las veces estaban rotos. Los zuecos consumidos dejaban pasar el agua y todo. Ella no tenía otro par que regalarle, pero le envolvía los pies en trozos de paño y los ataba como podía.
El viejecito sin nada
En una casa de Los Becchi vivía Cecco. Había sido rico, pero había derrochado todo. Había caído en una miseria total, en las que es difícil salvar incluso la propia dignidad. Los muchachos se burlaban de él. Las mamás lo señalaban a los niños y contaban la fábula de la hormiga y de la cigarra: "Mientras nosotros trabajábamos como hormigas, él cantaba, se divertía. Era alegre como una cigarra. Y ahora miro cómo se ha quedado. Aprende".
Aquel viejo se avergonzaba de pedir limosna y muchas veces padecía hambre. Margarita, cuando era de noche, dejaba en el alféizar de una ventana una ollita de menestra caliente. Cecco iba a tomarla caminando en la oscuridad.
Juan aprendía. Antes la caridad que el ahorro.
Había un muchacho que trabajaba como mozo en un casería poco lejano. Se llamaba Segundo Matta.
Por la mañana, el patrón le daba un pedazo de pan negro y le ponía en la mano el ronzal de dos vacas. Debía llevarlas al pasto hasta mediodía. Al bajar al valle, encontraba a Juan que llevaba también él las vacas al pasto y tenía en la mano un trozo de pab blanco. En aquellos tiempos un pan así (llamado "an de flor de harina") era una exquisitez, costaba mucho más que el pobre pan negro.
Un día Juan le dijo:
-¿Me haces un favor?
-Con gusto.
-Querría que nos cambiásemos el pan. El tuyo debe de ser mejor que el mío.
Segundo Matta se lo creyó y, durante tres estaciones consecutivas -es él quien lo cuenta- siempre que se encontraban, se cambiaban el pan. Sólo cuando fue hombre, el señor Matta lo pensó y comprendió que Juan Bosco era una gran persona.
REFLEXIÓN
Jesús ha dicho en el Evangelio: <<Lo que hagáis a uno de estos pequeños, sin importancia, que están a vuestro lado, lo habréis hecho a mí>>.
A tu alrededor está Jesús que espera ser tratado bien. Cuando haces un acto de delicadeza a una persona, lo haces a Jesús.
Cuando das una bofetada o dices un insulto a alguien, lo haces a Jesús. Cuando das un caramelo, o algo que te gusta, a otro, lo haces a Jesús.
ORACIÓN
Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano.
Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.
Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén