En la ciudad de Chieri vivía un numeroso grupo de hebreos. Según las leyes del rey Carlos Félix, los hebreos en las ciudades debían habitar en un barrio separado de los cristianos, el gueto. Eran tolerados, es decir, considerados ciudadanos de serie B.
Juan se hizo muy amigo de uno de ellos, Jacob Levi, que los compañeros llamaban con el apodo de Jonás. Tenían una base común: los dos eran huérfanos de padre.
Era una amistad ardiente, luminosa. Escribe Don Bosco:Jugaba al billar con verdadera maestría. Le tenían gran cariño; él, a su vez, expresaba hacia mí una extraordinaria amistad. Rato libre de que disponía, iba a pasarlo en mi estancia; nos entreteníamos cantando, tocando el piano, leyendo y escuchando con gusto mil historias.
Una cierta reyerta que podía acarrearle consecuencias lamentables puso en crisis al pobre hebreo. Juan, no por proselitismo sino por afecto, ofrece al amigo el mejor bien que posee: la fe. Le presta su catecismo. En el espacio de pocos meses aprendió las verdades principales de la fe. Estaba contentísimo y cada día se hacía mejor en el hablar y en el obrar
El drama familiar (inevitable) estalla cuando la madre hebrea descubre el catecismo cristiano en la habitación de su hijo. Ella tiene la impresión de perderle también a él, después de haber perdido al marido. Afronta a Juan y le dice con amargura: Tú me lo has destrozado.
Juan usa las mejores palabras que sabe, pero no logra nada. Amenazado por los parientes, por el rabino, Jonás debe alejarse durante algún tiempo de la familia. Luego, poco a poco, vuelve la calma.
El día 10 de agosto, en la catedral de Chieri, el joven hebreo es bautizado. El acto oficial, conservado en los archivos de Chieri, atestigua: Yo, Sebastián Schioppo, teólogo y canónigo, por concesión del reverendíismo e ilustrísimo arzobispo de Turín, he bautizado solemnemente al joven hebreo Jacob Levi, de dieciocho años, y le he puesto el nombre de Luis…
Jonás, ahora “Luis”, permaneció siempre amigo entrañable de Don Bosco. Todavía en 1880 (casi cincuenta años después) bajaba al Oratorio de Valdocco a visitarle y a recordar juntos los hermosos tiempos pasados.
REFLEXION
Leyendo el catecismo, Jonás en el espacio de pocos meses aprendió las verdades principales de la fe. Estaba contentísimo y cada día se hacía mejor en el hablar y en el obrar.
¿Qué es para mí el libro de religión o catecismo? ¿Un libro para la escuela y basta? ¿O un libro que debo leer con calma, para reflexionar sobre él, para aprender a ser mejor?
Probaré a reabrirlo yo solo, por mi cuenta, y a leerlo con calma.
ORACION
Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación
y la salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer las pasiones
y cuidar el respeto humano.
Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.
Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.