DIA 1-- He tenido un sueño



MEDITACION



He tenido un sueño

En el libro de sus memorias, Don Bosco contó:

A los nueve años tuve un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida. Me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

En aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, noblemente vestido. Un blanco manto le cubría de arriba abajo; pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras:

-No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles que el pecado es una cosa mala, y que la amistad con el Señor es un bien precioso.

Aturdido y espantado, dijo que yo era un pobre muchacho ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos jovencitos. En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas, alborotos y blasfemias y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que me decía, añadí:

-¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles?
-Precisamente porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia.
-¿Cómo podré adquirir la ciencia?
-Yo te daré la maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.
-Pero, ¿quién sois vos?
-Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día.
-Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso; decidme, por tanto, vuestro nombre.
-Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.


En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente. La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano me dijo:

-Mira.

Mire y me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado. En su lugar vi una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros varios animales. La Señora majestuosa me dijo:

-He aquí tu campo, he aquí donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos.

Volví entonces la mirada y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderillos que, haciendo fiestas al Hombre y a la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor. En aquel momento, siempre en sueños, me eche a llorar. Pedí que se me hablara de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender qué quería significar todo aquello. Entones ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo:

-A su debido tiempo todo lo comprenderás.

Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión. Quedé muy aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos por los puñetazos que había dado y que me dolía la cara por las bofetadas recibidas.

Por la mañana conté enseguida aquel sueño: primero a mis hermanos, que se echaron a reír, y luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. 
Mi hermano José decía: “Tú serás pastor de cabras, ovejas y otros animales”. 
Mi madre: “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”. 
Antonio, con dureza: “Tal vez, capitán del bandoleros”. 
Pero la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de teólogo, dio la sentencia definitiva: “No hay que hacer caso de los sueños”. 
Yo era de la opinión de mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel sueño

Reflexión

El Señor pide al muchacho Juan Bosco que no pegue a sus compañeros, sino que los trate con bondad y caridad.

Me lo pide a mí también.

¿Sé vencer la violencia? ¿Logro dominarme cuando tendría ganas de insultar, decir palabrotas, pegar?

¿Soy bueno? ¿Sé perdonar, ser gentil, también con quien es antipático? ¿Tengo caridad? Es decir, ¿hago el bien a los demás aún cuando me cuesta?


Oración

Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajaste por la salvación de las almas, sé nuestro guía en buscar nuestra salvación y la salvación del prójimo. 

Ayúdanos a vencer las pasiones y cuidar el respeto humano. Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia. Alcánzanos de Dios una santa muerte para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.