Sin quererlo, fue el mismo Don Bosco quien aportó el pretexto para que se difundiese la voz de que se había vuelto loco. Para confortar a sus muchachos mientras debían trasladarse de un cementerio a un prado, Don Bosco comenzó a contar los sueños que el Señor le hacía de noche y que le abrían los horizontes del futuro.
Hablaba de un oratorio grande y espacioso, de iglesias, casas, escuelas, talleres, muchachos a miles, sacerdotes a su total disposición. Todas estas cosas se daban de puñetazos con la realidad precaria de cada día. Los muchachos repetían en sus casas, en sus lugares de trabajo, los relatos de Don Bosco. Era natural que la gente normal dijera: Pobrecito, debe estar padeciendo una obsesión. En medio de tanto alboroto continuo, acabará en el manicomio
Don Borel, el colaborador y amigo fraterno, trató de impedir que Don Bosco contase sus sueños.
-Tú hablas de una iglesias, de una casa, de un recinto para el recreo. Pero, ¿dónde estan estas cosas?
-No lo sé, pero existen, porque yo las veo -murmuró Don Bosco.
Un día, en su habitación, después de un inútil tentativo de hacerle razonar, don Borel se echó a llorar. Salió diciendo: Pobre mi querido Don Bosco, verdaderamente está ido.
En este punto, dos de sus queridos amigos, don Vicente Ponzati y don Luis Nasi, se pusieron de acuerdo para sacar a Don Bosco de aquella situación penosa. Concertaron una visita médica y un examen cuidadoso en el hospital psiquiátrico (que entonces se llamaba manicomio), al que habrían podido seguir la curas necesarias.
Una tarde Don Bosco estaba dando catecismo a algunos muchachos, cuando llegó una carroza cerrada. Bajaron don Pontazi y don Nasi y le invitaron a dar un paseo con ellos.
-Estás cansado. Un poco de aire te hará bien.
-Con gusto. Tomo el sombrero y vengo con vosotros.
Uno de los dos amigos abre la portezuela:
-Sube.
Pero Don Bosco, que ha descubierto la trampa, dice:
-Después de vosotros, gracias.
Para no frustar la cuestión, los dos aceptan subir antes. Pero apenas están dentro, rápidamente Don Bosco cierra la portezuela y ordena al cochero:
¡Al manicomio, rápido! Allí esperan a estos dos.
El manicomio estaba un poco distante, y los dos desventurados no tuvieron tiempo de parar al cochero. Los enfermeros, avisados, esperaban a un sacerdote. Vieron que llegaban dos, muy agitados. Los inmovilizaron. Debió intervenir el capellán del manicomio para liberar a los desventurados.
La broma había sido pesada; pensándolo bien, más de parte de Don Bosco que de sus dos amigos. Don Ponzati y don Nasi, en aquel momento, se sintieron muy enfadados. Más tarde, volvieron a ser amigos de Don Bosco. Don Nasi, especialmente, llegará a ser el animador de la música en el Oratorio.
Don Bosco es considerado loco porque se dejaba absorver demasiado por sus muchachos.
Quien hace demasiado por los demás, quien renuncia a sus riquezas por los pobres, es considerado loco también hoy. Si las cosas están así, Jesús muerto en la cruz por amor nuestro es el loco más grande…
Pero, ¿no son más locos los que se cierran en el egoísmo, en la soberbia, en la prepotencia? Trata de reflexionar y razonar.
Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de las almas,
sé nuestro guía en buscar nuestra salvación
y la salvación del prójimo.
Ayúdanos a vencer las pasiones
y cuidar el respeto humano.
Enséñanos a amar a Jesús Sacramentado,
a María Santísima Auxiliadora y a la Iglesia.
Alcánzanos de Dios una santa muerte
para que podamos encontrarnos juntos en el cielo.
Amén.