Anécdotas de San Juan Bosco

Ayuda inesperada

Hoy celebramos a San Juan Bosco. No tuvo una vida fácil. A los dos años quedó huérfano de padre. Pero se constituyó en padre de numerosos huérfanos. Y millares de jóvenes de toda raza y nación, lo aclaman como “Padre y maestro de la juventud”. Su vida transcurrió en la pobreza, pero dedicó sus mejores energías a la juventud indigente y necesitada. El mismo refiere algunas de las persecuciones que sufrió.

“Era una noche lluviosa y volvía yo de la ciudad, cuando observo en un lugar desierto a dos hombres que marchan delante de mí, acelerando o disminuyendo el paso, conforme andaba yo. Quise cambiar de vereda, pero no me dieron lugar, se fueron hacia atrás y en el mayor silencio me arrojaron un manto a la cara. Uno me ciñó la boca con un pañuelo, para que no gritase. En ese momento apareció un perro enorme y, gruñendo como un oso, plantó las zarpas en el rostro de uno y el hocico en el del otro, obligados así a atender al perro antes que a mí. —¡Llame a su perro!, me gritaron aterrados. —Sí, lo llamaré, pero déjenme libre. —¡Pronto, llámelo! El perro seguía rugiendo como lobo rabioso. Los asaltantes huyeron y el perro se me puso al lado y me acompañó hasta el hospital Cottolengo, a donde me dirigía”.

Dios lo protegió repetidas veces en forma prodigiosa. Don Bosco, el santo turinés, anunciaba, a través de revelaciones nocturnas, el futuro de la Iglesia y de la Congregación Salesiana. Por su intercesión, personas afectadas de diversas enfermedades se curaron milagrosamente. Y hubo hasta multiplicación de panecillos, hostias y avellanas. Todos estos dones y su vida entera los consagró a sus queridos jóvenes.

* Enviado por el P. Natalio



La historia de un milagro poco conocido de Don Bosco y María Auxiliadora

(ACI).- La presencia de Don Bosco en la ciudad italiana de Génova está ligada a muchas anécdotas, historias y también algunos milagros como el que relata el sacerdote salesiano P. Mauricio Verlezza.

El P. Verlezza, responsable de la Obra de Don Bosco en Sampierdarena (Génova), desde donde salieron las primeras expediciones misioneras hacia Argentina, contó a ACI Prensa que el santo sacerdote celebró una Misa en 1872 en la que participaba una gran cantidad de benefactores.

Al final, y luego de escuchar su catequesis, todos pasaron por la sacristía de la Catedral de San Siro para recibir la bendición del fundador de los salesianos. A cada uno le obsequiaba una medallita de María Auxiliadora.


Las medallitas que tenía en una pequeña bolsa eran muy pocas y el milagro fue que todos pudieron recibirla, pese a que la bolsita que el secretario le dio a Don Bosco realmente tenía poquísimas”.

Aquí, explicó también el sacerdote, “San Juan Bosco miraba sus sueños misioneros con un mapamundi que se conserva en el pequeño cuarto en el que reposaba durante su permanencia en Sampierdarena”.

Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes Don Bosco, que San Juan Pablo II declaró “padre y maestro de la juventud”.


San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.



Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. 

Publicado originalmente en ACI Stampa