Autor: Laureano López Discípulos de Juan conocen a Jesús | |||
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Los primeros que tomaron la iniciativa de dirigirse a Jesús fueron Juan y Andrés. Al escuchar las palabras del Bautista, que al mirar a Jesús que pasaba, dijo: "He aquí el Cordero de Dios". Ellos se levantan, buscan a Jesús y le siguen.
Sabían bastante bien lo que buscaban, y la ansiedad de sus almas se debía reflejar en todo su comportamiento. Era perceptible un cierto temor al empezar la conversación; por su juventud no saben encontrar las palabras adecuadas; quizá por eso no hablaban mientras seguían a Jesús. Es fácil imaginar una sonrisa en Jesús al ver su timidez atrevida, pues sabe bien lo que quieren; pero no les habla enseguida, deja que hagan algo, quiere que perseveren en la búsqueda .
La mirada de Jesús
De repente, se vuelve Jesús hacia ellos, y les mira. Mucho se ha comentado sobre la mirada del Señor. Jesús mira como Dios y como hombre verdadero, manso y humilde de corazón, sencillo e imponente. Les mira con la inteligencia de una mente preclara en la que no cabida ignorancia natural, y que posee la máxima lucidez humana; les mira con un corazón que ama con perfección humana y divina.
Buscadores de Dios
Juan y Andrés callan ante la mirada amable y penetrante de Jesús y por fin escuchan su palabra: "¿Qué buscáis?". Jesús acierta en la diana de sus pensamientos. Lo mismo hará con los demás, pero a cada uno le trata de manera distinta, porque todos son diferentes. Juan y Andrés eran dos buscadores de Dios.
La mirada de Jesús
De repente, se vuelve Jesús hacia ellos, y les mira. Mucho se ha comentado sobre la mirada del Señor. Jesús mira como Dios y como hombre verdadero, manso y humilde de corazón, sencillo e imponente. Les mira con la inteligencia de una mente preclara en la que no cabida ignorancia natural, y que posee la máxima lucidez humana; les mira con un corazón que ama con perfección humana y divina.
Buscadores de Dios
Juan y Andrés callan ante la mirada amable y penetrante de Jesús y por fin escuchan su palabra: "¿Qué buscáis?". Jesús acierta en la diana de sus pensamientos. Lo mismo hará con los demás, pero a cada uno le trata de manera distinta, porque todos son diferentes. Juan y Andrés eran dos buscadores de Dios.
Su vida -corta todavía- estaba llena de la inquietud del que no se conforma con una existencia mediocre. De hecho, se habían acercado a Juan Bautista en el Jordán, por su prestigio de hombre austero, valiente, sincero y religioso que tenía. Buscaban un maestro coherente, que vive lo que enseña; seguían al profeta del Mesías que ha de venir.
Eran buscadores de Dios; esa debía ser su respuesta a la pregunta de Jesús. Pero no lo hacen así, y su respuesta parece extraña, ya que no responden lo que Jesús pide, sino que, simplemente, le preguntan dónde vive. ¿Por qué lo hicieron así? Quizá por una cierta timidez juvenil, o, más bien, porque no se conforman con una respuesta rápida y quieren escuchar con detenimiento a Jesús, con la disposición generosa de hacerse discípulos suyos.
Jesús va directo al fondo del asunto: “¿Qué buscáis?”. Es pregunta repetida muchas veces a lo largo de sus años de actividad pública. Él ha venido para encontrar a los hombres, pero también para ser encontrado por ellos. Busca a todos, pero antes que nadie a los buscadores. Habla a todos, pero sabe que sólo será oído por los que tienen oídos para oír.
Jesús va directo al fondo del asunto: “¿Qué buscáis?”. Es pregunta repetida muchas veces a lo largo de sus años de actividad pública. Él ha venido para encontrar a los hombres, pero también para ser encontrado por ellos. Busca a todos, pero antes que nadie a los buscadores. Habla a todos, pero sabe que sólo será oído por los que tienen oídos para oír.