Eran las cuatro de la tarde



Los Hijos del Trueno

El discípulo predilecto que fue el primero en ir a casa de Jesús y ver dónde habitaba.
El testigo ocular que, ya anciano, recuerda y escribe su Evangelio
con una precisión inigualable


GIUSEPPE FRANGI

Juan era un tipo impulsivo, pero también muy preciso. Al escribir su Evangelio con casi 90 años relata aquel momento que había marcado su vida asta en los más mínimos detalles. Lo primero el lugar: Betania, en el Jordán. Los estudiosos durante un tiempo pensaron que era un error. Juan el Bautista, de hecho, bautizaba normalmente en el Jordán cerca del Mar Muerto, en la zona más cercana a Jerusalén. Betania, además, era el nombre de un pueblo situado en las cercanías de la capital. ¿Un error de Juan? 

No. Betania existía. Estaba situada más al norte, al otro lado del río, en una ensenada donde la corriente, en ciertas estaciones del año, era menos peligrosa. Su nombre significa "casa de la nave", precisamente porque era fácil atravesar el río por esa zona. Los arqueólogos han encontrado allí restos de antiguas instalaciones. Es muy preciso sobre la hora del encuentro: las cuatro de la tarde. Juan en aquel tiempo tenía unos 20 años; era hijo de un acomodado armador, Zebedeo, y de María Salomé y era seguidor del Bautista, como Andrés, el hermano de Pedro. Igual que Andrés provenía de Galilea y su nombre, Jokhanan en hebreo, significa "Dios concede su gracia".

Estos son, por tanto, los hechos. Jesús en un primer momento no fue reconocido por Juan cuando fue a bautizarse. Después se retiró al desierto, a pocos kilómetros de allí, a un lugar que la tradición identifica con una colina que se eleva 500 metros sobre el valle de Jericó. Precisamente cuando la cuarentena del Señor estaba acabando se presentaron ante Juan los miembros de una comisión de sacerdotes y levitas, venidos a propósito desde Jerusalén para interrogarle: querían saber quién era y qué pensaba del Mesías. 

La comisión se marchó completamente insatisfecha. Al día siguiente Jesús volvió del desierto. Esta vez el Bautista le reconoció inmediatamente y le señaló: "Este es el Cordero de Dios... " (Jn 1,29). 

 Ciertamente, también el Bautista había hablado a sus discípulos de Él. Así, al día siguiente, cuando Jesús vuelve, el Bautista le espera con dos de ellos, Juan y Andrés. Los cuales, impresionados por la insistencia de su maestro y por las palabras de aquel hombre, deciden seguirle. "Maestro, ¿dónde vives?" "Venid y lo veréis", responde Jesús. Una invitación concreta, real, dado que a la mañana siguiente - es siempre Juan el que lo cuenta - Jesús vuelve a Galilea. Mientras tanto se había añadido un tercero, Pedro, invitado por su hermano.

Testigo ocular
Juan dice de sí mismo que es el testigo ocular de los hechos. Lo dice en el evangelio (Jn 19,35; 21,24); lo dice al principio del Apocalipsis ("Esto es todo lo que vio... "), y lo dice en sus cartas ("La vida se manifestó y nosotros la hemos visto").

Como testigo, Juan es de una precisión inigualable. Enumera al menos una decena de lugares que los sinópticos omiten y que los descubrimientos arqueológicos históricos han confirmado como exactos. De 100 situaciones de su evangelio, unas 92 son omitidas por los sinópticos y gracias a él podemos reconstruir un arco cronológico realista de la predicación de Jesús que, como él documenta, abarcó tres Pascuas diferentes y por tanto se extendió durante dos años y algunos meses.

 Por él sabemos que Jesús viajó por lo menos cuatro veces a Jerusalén. Hay un ejemplo emblemático de la fidelidad de Juan a los hechos vistos y vividos. Es el milagro con el que Jesús cura al paralítico en la piscina de Betsaida (Jn 5,1-9). Juan nos dice que estaba cerca de la puerta de las ovejas y que tenía cinco pórticos. Durante siglos los exegetas pensaban que lo de los cinco pórticos era una indicación simbólica, pareciéndoles demasiado extraña la idea de una piscina pentagonal. 

Sin embargo, las excavaciones han premiado la rigurosidad de Juan. La piscina estaba rodeada por un pórtico de 150 metros de largo y 60 de ancho; pero un quinto pórtico la atravesaba por el medio dividiéndola en dos. Es fundamental también la modalidad de transmisión de su Evangelio: lo escribió "in corpore adhuc constituto" (todavía físicamente vigoroso). Es testigo Policarpo, a quien había nombrado jefe de la Iglesia de Esmirna. Policarpo murió en el año 155, pero había pasado el testigo a Ireneo de Lyon, que desde que era un muchacho le había escuchado precisamente en Esmirna.

 Esta extraordinaria cadena de testigos directos es confirmada irrefutablemente por el mismo Ireneo en torno al año 180 en su Adversus haereses y en su carta al gnóstico Filón: "Te podría todavía hoy ubicar el lugar en el cual Policarpo se sentaba mientras hablaba al pueblo, lo que contaba de su familiaridad con Juan y con las otras personas que habían visto al Señor".

En Cafarnaúm
Pero volvamos a aquel viaje de vuelta hacia Galilea. Al día siguiente Juan es testigo de los hechos extraordinarios de Cafarnaúm; una posición privilegiada que se renueva con ocasión de la resurrección de la hija de Jairo (en la que está presente con Pedro y Santiago), de la Transfiguración, de la oración en Getsemaní: hechos relatados por los sinópticos porque, como ha puesto de manifiesto Giuseppe Ricciotti en su Vida de Jesucristo, el evangelio de Juan pretende ser un complemento de los otros. Para él, los hechos narrados son noticias asimiladas y por tanto es inútil repetirlas.

Juan vuelve a hablar de sí mismo, en cambio, en otro momento decisivo de su vida: la última cena. Él era el apóstol que Jesús amaba, y mientras "recumbens erat sinu Jesu" (estaba recostado sobre el pecho de Jesús) recibió la revelación sobre el traidor. Juan es "ho Epistethios", el que reclinó la cabeza sobre el pecho de Jesús. 

No el mejor, como dice san Agustín, sino el predilecto. Y san Jerónimo ve en la virginidad de Juan la razón de esta preferencia respecto a Pedro. Juan es el único apóstol que asiste a la crucifixión y desde lo alto de la Cruz Jesús le confía a su madre: "Desde ese momento el discípulo la recibió en su casa".

Juan es joven y llega antes que Pedro al sepulcro después de la noticia de la Resurrección. Pero después deja respetuosamente que sea Pedro el que entre primero. Después será él el primero en reconocer al Señor ya resucitado a la orilla del lago. Juan aparece luego muchas veces al lado de Pedro en los Hechos de los Apóstoles, con ocasión de la curación de un cojo, ante el tribunal judío, en misión en Samaria; mientras que Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de que estuvo presente en el concilio de Jerusalén con Santiago (el menor), con él y con Pedro (Gal 2,9).

El cáliz de la pasión
¿Y después? Hay que leer el pasaje de Mateo (20,22) en el que Jesús profetiza a los dos hermanos, Santiago y Juan, que también ellos beberán con él el cáliz de la pasión. De Santiago sabemos que fue decapitado en Jerusalén en el año 44, fue el primer mártir de los apóstoles. Pero de Juan todas las fuentes están de acuerdo en decir que murió viejo y de muerte natural en Éfeso (san Ireneo). Y, sin embargo, también Juan sufrió probablemente el martirio, saliendo milagrosamente vivo de la prueba.

 Da testimonio de ello san Ambrosio en su Himno escrito a finales del siglo IV en honor del discípulo predilecto: "Atado después por los malvados/ se cuenta que en aceite hirviendo / lavó el polvo del mundo /y se alzó victorioso sobre el enemigo". El hecho, según una tradición muy antigua, debió suceder en Roma. Allí, en la vía Latina, hay todavía un pequeño templo dedicado a San Juan in Oleo y a pocos metros el Papa Gelasio I hizo construir, en el siglo V, la bellísima basílica de San Juan de Porta Latina. 

Al salir ileso de la prueba, Juan debió ser enviado al exilio a Patmos, como él mismo cuenta al principio del Apocalipsis. Estamos cerca del año 95. En esta isla, Juan escribe, precisamente, el Apocalipsis. Después, en el año 96, muere Domiciano, el emperador que había ordenado las persecuciones y por tanto, probablemente, el exilio de Juan fue revocado. El apóstol pudo volver a Éfeso y allí escribir el Evangelio. Escribe Ireneo: "Juan, el discípulo del Señor, el que reposó en su pecho, publicó también el Evangelio mientras vivía en Éfeso, en Asia". Murió en Éfeso y allí fue enterrado. 

Su Evangelio tuvo una rápida difusión si es cierto que un fragmento con ocho versículos, encontrado en Egipto en 1935, el llamado papiro Egerton, se remonta al año 130. En pocos años el evangelio en el que el verbo que aparece con mayor frecuencia es "ver" (después "amar" y "creer"), había ya alcanzado los puntos más remotos del imperio.


Señas de identidad
Nombre: Juan "hijo del trueno"
Nacido en: Betsaida, Galilea
Padres: Zebedeo y Salomé
Profesión: pescador
Signos particulares: el más joven, también el más longevo de los apóstoles. Por tanto, el más ágil y desenvuelto. En general se le representa sin barba.
Fiesta: el 27 de diciembre, pero existe también una tradición antigua que lo festeja el 6 de mayo, para recordar su evitado martirio.
Lugares de culto: San Juan de Porta Latina, en Roma; templo de San Juan in Oleo y San Juan de Letrán (la basílica fue dedicada al Salvador por voluntad de Constantino, pero fue también dedicada a san Juan después de que el futuro Papa... se salvase en Éfeso de la furia de los herejes escondiéndose en la tumba del apóstol). Las basílicas de San Juan, en Éfeso y en Patmos.
Hablan de él: los cuatro evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las tres cartas atribuidas a él, el Apocalipsis, la carta a los Gálatas de san Pablo y san Ireneo de Lyon.



En seguida le siguió

El encuentro con Jesús a orillas del lago
Tiberíades. El primero de los apóstoles
en sufrir el martirio. Según una antigua
tradición, fue el evangelizador de España

ALESSANDRO ZANGRANDO
Un pescador, como muchos de los que se podían encontrar en Galilea. Eso era Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano de Juan, el autor del cuarto Evangelio. Es llamado el "mayor" para distinguirlo del otro apóstol con el mismo nombre, el hijo de Alfeo y porque probablemente era mayor que su hermano Juan. En el elenco del Evangelio de Marcos ocupa el segundo lugar después de Pedro, y en los Evangelios de Mateo y Lucas, en cambio, es el tercero después de Pedro y Andrés: una posición que subraya la importancia del apóstol. Trabaja con su padre y su hermano.

 Su pueblo es Betsaida: precisamente aquí los arqueólogos han encontrado muchos objetos usados por los pescadores, plomadas, agujas para reparar las redes, anzuelos, anclas, etc. Incluso un pendiente de oro. De los restos de las habitaciones se deduce que muchos de ellos eran de familias acomodadas, con una actividad floreciente y rentable.

El encuentro con Jesús tuvo lugar a orillas del lago Tiberíades, un día de pesca como los demás, mientras estaba colocando las redes en la barca con sus familiares. El Señor acaba de convencer a Pedro y a Andrés de que le sigan y poco después encuentra a Santiago que, junto a su hermano Juan, no duda. Jesús "les llamó. Ellos enseguida, dejando la barca y a su padre, le siguieron" (Mt 4,21-22).

Entre los preferidos
Santiago es un hombre de carácter impetuoso; tanto es así que Jesús llama "Boanèrghes", es decir, "hijos del trueno" a los dos hermanos pescadores. El Evangelio de Lucas relata un ejemplo de este ardor: durante un viaje a Jerusalén, Jesús manda a Santiago y a Simón a preparar la posada a un pueblo de Samaria. Después de ser rechazados por los samaritanos, los dos se apasionan:""Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?" Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo" (Lc 9,54-55).

Santiago forma parte del estrecho círculo de los apóstoles preferidos por Jesús: con ocasión de la resurrección de la hija de Jairo el Señor "no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago" (Mc 5,37). Sólo se les concedió a aquellos tres apóstoles asistir a la Transfiguración. Y también, al llegar a Getsemaní, a los pies del Monte de los Olivos, Jesús pidió a sus discípulos que se sentaran mientras él rezaba: "Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: "mi alma esta triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad"" (Mc 14,33). En definitiva, Santiago es elegido como testigo directo de acontecimientos fundamentales de la vida de su Maestro. El "hijo del trueno" es curioso y a veces, incluso descarado.

 Como cuando iba con su hermano hacia Jericó y le preguntó a Jesús: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te pidamos... concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mc 10,37). Según el evangelio de Mateo, es su madre la que lo pide para ellos. También le siguen al Monte de los Olivos: Pedro, Andrés y él toman aparte a Jesús y le preguntan cuándo será el final de los tiempos que acaba de anunciar.

Otro pasaje de los Evangelios parece hacer referencia también a Santiago. Después del arresto de Jesús, Juan cuenta que "Siguieron a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro" (Jn 18,15-16). 

Se trata de un apóstol que se mueve con libertad dentro de la casa, bien introducido en los ambientes del sumo sacerdote. Para muchos estudiosos se trata de Juan. Otros lanzan una hipótesis diferente: ese discípulo que goza de estos contactos privilegiados es precisamente Santiago. La empresa de su padre Zebedeo habría sido proveedora del sumo sacerdote. Y la madre de Santiago, Salomé (de los testigos de la muerte de Jesús es ella la que trae el aceite perfumado para embalsamar el cuerpo del Señor) procedía de una familia sacerdotal, con parientes que habían desarrollado funciones en el templo.

 Por eso Santiago tenía relación amistosa también con los trabajadores de la casa del sumo sacerdote, por ejemplo con la portera, a la que le pide que deje entrar a Pedro. Después de la muerte de Jesús ¿qué es de Santiago? Según una leyenda siriaca, predicó en Betsaida y construyó una "iglesia". Una tesis que adquiere valor después de encontrar en Betsaida un ánfora de barro que se usaba para guardar un vino especial usado en las celebraciones.

Apóstol mártir
Es el primero de los apóstoles en sufrir el martirio. Herodes Agripa I, llamado "rey" de Judea para distinguirlo de su tío, el tetrarca Herodes Antipas, ordena su muerte. Viendo que la cosa agradaba a los judíos, el rey arresta también a Pedro, que después es liberado de forma milagrosa. Herodes Agripa recibió el título real de manos de Calígula en el año 37, pero tomó posesión de Judea y de Samaria en el año 41; gobernó hasta su muerte en el año 44. En cuanto llega a Palestina, Herodes Agripa trata de distinguirse como el hombre fuerte de Roma. Se propone acabar con los grupos de la comunidad judía que anunciaban la muerte del Hijo de Dios y trata de arrestar y matar a sus jefes. Herodes Agripa manda matar a Santiago en el año 41. "A espada", cuentan los Hechos de los apóstoles. 

 Tal vez fue su destacado carácter impetuoso lo que "metió en apuros" al apóstol. Pero el rey recibió información errónea: creía que había arrestado a Santiago el "hermano" de Jesús, pues pretendía eliminar a los jefes de los judíos que profesaban la fe en Jesús. Clemente de Alejandría y Eusebio sostienen que Santiago convirtió al hombre que le escoltaba hacia el lugar del martirio.

Santiago de Compostela
Según una leyenda siriaca, fue enterrado en Akar, en Marmarika. Una tradición que se remonta a Isidoro de Sevilla narra su evangelización de España: el discípulo había llegado a Caesar Augusta, la actual Zaragoza, pero después de constatar el escaso éxito de su predicación, volvió a Judea donde sufrió martirio. Este relato parece poco verosímil, pues considera su muerte precoz: Pablo, en su Carta a los Romanos, anuncia su intención de partir para España; acaba de hablar de privilegiar los lugares aún no evangelizados. 

Parecen más verosímiles otros testimonios, confirmados por las excavaciones arqueológicas, según los cuales el cuerpo de Santiago fue trasladado a España y ahora se encuentra en Santiago de Compostela. Según esta tradición, después de la muerte del apóstol, sus discípulos tomaron su cuerpo y, sirviéndose de una frágil nave, llegaron a Galicia. El arca que contenía los restos del santo fue enterrada cerca de Amaea. Allí fue descubierta una noche del año 813 por un eremita llamado Pelagio. Se enteraron del descubrimiento Alfonso II el Casto, rey de Aragón, el Papa León III y Carlomagno. Alfonso hizo una peregrinación al sepulcro y a las primeras iglesias. En torno a ese núcleo nació Santiago. 

La autenticidad de las reliquias fue decretada en 1884 por León XIII mediante la bula Omnipotens Deus. A lo largo de los siglos la ciudad se ha convertido en uno de los mayores centros de peregrinación del mundo cristiano. En la iconografía, Santiago es representado no sólo con el Evangelio, sino también con un sombrero y un bastón, símbolos del peregrino. Su emblema es una concha.

Señas de identidad
Nombre: Santiago
Origen: Betsaida, Galilea
Padres: Zebedeo y Salomé
Profesión: pescador
Signos particulares: barba rala y pelo oscuro con la raya en medio. En la iconografía se le representa vestido como un caminante, con sombrero, bastón y una concha.
Fiesta: 25 de julio. Es el patrono de España y de los farmacéuticos.
Lugares de culto: Santiago de Compostela y Saint-Saturnin en Tolosa, donde se conservan reliquias del santo. En Italia lo festejan en Pistoia y Caltagirone.
Hablan de él: los cuatro Evangelios, los Hechos de los apóstoles. También muchas fuentes antiguas, entre las cuales se encuentran una leyenda siria, Clemente de Alejandría, Eusebio y las "Memorias de Abdia".